viernes, 25 de abril de 2008

Volviendo a la realidad...


Me quedo sin ideas, en blanco… enredándome sólo con mis pensamientos más tontos. No sé por qué me vienen a la mente semejantes chorradas, pero he de reconocer que, en ocasiones, hasta pueden llegar a reconfortarme. Supongo que es una manera de perder el tiempo tan válida como cualquier otra pero cuando lo pienso me da un poco de vergüenza.
Dejar pasar los minutos porque sí, perderme en mis historias pasadas, cambiarlas a mi antojo o retar al destino inventando otras, algunas demasiado surrealistas y que dada su naturaleza sorprendente, casi mágica, jamás tendrán la oportunidad de ver la luz. Mientras, mi vida (que parece tener vida propia), se me revela, presentándose a ráfagas para recordarme el lugar que me corresponde. ¿No es para cabrearse?

domingo, 20 de abril de 2008

Llorar


Una vez vi llorar a un hombre. No es que no haya visto llorar a otras personas pero en aquel momento, en aquel lugar… donde el olor a flores y a gente, casi toda vieja, se mezcla formando una atmósfera de casi otro mundo, pude sentir su dolor especialmente cercano.
Tendría treinta y cinco años y se encontraba bajo el lecho de su padre muerto. Más tarde entendí que no lloraba por eso.
‘Mi amigo’ contempla casi incrédulo la figura enfermiza y agónica de aquel ser que, ya desde niño, le atemorizaba nada mas llegar a casa.
Me cuenta que su progenitor, después del trabajo solía parar en el bar. Cartas, dominó y vino a raudales. Mientras, en casa, su madre prepara la cena con devoción, pensando en cuál será el humor de su marido esa noche. Suspira y mira dulcemente a su numerosa prole, imaginando, quizá, cómo hubiera sido su vida al lado de otro hombre.
“Que no venga muy borracho”, pide la mujer para sus adentros. Todas las noches la misma rutina. A veces hay suerte y ‘el hombre’ llega tan ebrio que cae medio muerto en el sofá. Otras, la mayoría de las veces, nuestro niño se despierta al oír el llanto casi mudo de su madre. La pobre es incapaz de hacer el mínimo ruido. Le han educado para no molestar a nadie, para tragarse el cuento de lo que pasa dentro de casa no le incumbe a nadie más.
Imagino a ‘mi amigo’, de apenas 7 años, escuchando el estruendo de la voz paterna, profiriendo cosas que no termina de entender pero que en el fondo sabe que son espantosas. Se ha de sentir rabia, miedo y mucho dolor. Hay que ser muy canalla para atemorizar a un niño, para hacer que se haga pis en los pantalones sólo con mirarte.
Mi interlocutor me confiesa que una noche, de esas asfixiantes en las que cuesta horrores conciliar el sueño, su padre, como de costumbre, llegó borracho a casa. Había perdido dinero en las apuestas, así que tenía unas ganas enormes de armar bronca. Sin mediar palabra cogió por los pelos a su madre, la insultó diciéndole que era una “mala puta” y que él, el menor de los hijos, no era suyo. Después de enzarzarse con la madre, corrió a su cuarto, sacándole a rastras de la cama. “Tienes cara de bastardo”, le dijo, mientras lo mantenía en el aire. Fue entonces cuando se meó encima.
Después de tanto tiempo todavía se estremece al recordar el aliento a alcohol en su cara, de unos ojos de animal rabioso mirándole fijamente con desprecio. Jamás podrá olvidar la figura derrotada de su madre bajo los pies de aquel ser despreciable, suplicando que no le hiciera daño.
Durante el funeral, la gente hace corrillos, cuchichea, dan el pésame… pero, sobre todo, callan para sus adentros, como si así, el silencio consiguiera desvanecer la realidad de sus pensamientos. Es entonces cuando ‘mi amigo’ no puede parar de llorar. Se siente como un ‘estafador’, casi un actor mediocre en el papel de una función importante. Llora con ganas, sin reservas, sin vergüenza, igual que un niño pequeño al caerse de un columpio…

jueves, 17 de abril de 2008

Estigmas

Aparta la mirada del televisor, no quiere ver a nadie conocido. La noticia del parricida le ha impresionado. Ha pasado tan cerca... No soporta ver reflejada su enfermedad de forma tan macabra. Se da la vuelta, no quiere ver más pero el sonido de la tv consigue que mire de reojo de vez en cuando. Él sería incapaz de hacer algo así pero sabe muy bien que su "estigma" puede causar estragos, sobre todo, cuando sale a relucir por culpa de un hecho tan terrible como este...

domingo, 13 de abril de 2008

Culto al cuerpo


Ayer estuve en una feria de Estética. No tengo nada que ver con el sector pero me fui con una amiga, una futura profesional de este mundillo, con ganas de más información y, sobre todo, deseosa de comprar productos más baratos.

A pesar de no ser una feria demasiado grande, flipé un poco al ver la cantidad de aparatos, artilugios y demás inventos que el hombre ha sido capaz de crear para la autoestima personal.

Como una pardilla, buscaba el refugio de mi amiga, auténtica experta en la materia, cada vez que un comercial intentaba captar mi atención, dando por supuesto que yo también formaba parte de aquel negocio.
He de reconocer que soy fan de las cremas, me las pongo todas. Que si para los pies, las manos, el pecho, contorno de ojos… Cada parte de mi cuerpo recibe una atención personalizada, especial. Me gusta recrearme con todo lo que hago y, la verdad, me encanta hacerlo conmigo misma. Así que me gasté un buen dinero en potingues, siempre aconsejada por mi amiga experta, que me recomendaba las mejores marcas profesionales.
Cromoterapia, presoterapia…, fangos de chocolate, micropigmentación, Shiatsu, elixir de alcachofa… extensiones, uñas de porcelana, tratamiento blanqueador de dientes, bronceado de caña, rizadores de pestañas, alisado japonés… Dicho así, hasta suena a tortura, ¿no? Un mundo fascinante.
Al final, a parte de las cremas y la rosa mosqueta, también me compré unas ventosas. Al parecer, los chinos llevan milenios utilizando la presión para mitigar dolores, hacer masajes terapéuticos y favorecer así el drenaje linfático. Además, según mi amiga, también se pueden utilizar para tratar la celulitis, levantar el culo y mitigar las arrugas faciales. “Mano de santo nena”. Y como a una le encanta probar de casi todo, terminamos (mi amiga y yo) disputándonos con una mujer y otro chaval las dos últimas cajas de ventosas. Como en rebajas… En fin, ¿alguien se apunta a un
curso de acupuntura?

miércoles, 9 de abril de 2008

Si no fuera por algunos ratos...


Ester se ha comprado un súper coche, negro como la noche y con infinidad de pijerías de serie. Emocionada, lo que, creo, hasta puede considerarse como 'normal', ha corrido como loca al trabajo para dejar a todos sus compis boquiabiertos. Pero Ester no sabe que al otro lado de la ciudad, Pepe, que así se llama su novio, además de deletrearnos hasta la saciedad las tres letras de la marca del coche, entre café y cerveza, también nos deleita contándonos su prolífera vida sexual. Pepe, que es un desastre (lo digo en el buen sentido y, la verdad, me encanta que sea así de desastre) nos suelta perlas como que el otro día, mientras estaba 'tiqui-taca' con Ester en el sofá, Cuqui , el fox terrier que alguien sin escrúpulos le regaló a su primogénita, (y, que dicho sea de paso, sufre de un gran desequilibrio emocional), jadeaba al unísono mientras se lo montaba con un cojín. Vamos, que todos en la oficina nos imaginamos una especie de ‘torneo sexual’: human versus animal, un Pepe maduro, con problemas de espalda, frente a un can adolescente en plena efervescencia sexual… Una imagen descojonante, capaz de crear mil y un comentarios cachondos a lo largo de la jornada laboral, y es que nuestro Pepe tiene un don para contarnos cualquier cosa, para hacernos reir, a pesar de estar estresados... Como diría mi abuela, "es más gracioso que todas las cosas…" Ains, “si no fuera por estos raticos” (como dice uno de mis jefes, aficionado a la cocina y a las plantas terapéuticas), qué jodido sería el curro… ¡Viva lo cotidiano! (y la diversión en el trabajo).

sábado, 5 de abril de 2008

De amor y otras superficialidades



Estas últimas semanas, entre fiestas y deberes laborales, no he tenido mucho tiempo para escribir en el blog. La verdad es que es una excusa típica, trillada hasta la saciedad, pero es que así son las excusas… ¿no?

En fin, llegó la primavera y como ya le dije a alguien, no tengo nada que ponerme. Pensé que sería buena idea comprarme unos vaqueros nuevos pero en lugar de eso me gasté casi 200 pavos en unas botas. La verdad es que no me hacen falta pero así soy yo, impulsiva y enamoradiza en exceso de lo superficial… Espero no dejarlas olvidadas en el armario, como otras tantas otras cosas.

Durante estos días he estado reflexionado sobre el comportamiento humano; en “la necesidad” de estar con alguien. ¿Realmente estamos programados para no estar solos? ¿a caso es una obligación tener pareja? ¿ Por qué tenemos estos impulsos?

No hace mucho me empeñé en presentarle a un amigo una chica, una compañera de trabajo de una amiga en común. Pensé que podría estar bien, que tal vez congeniarían y, la verdad, creo que era un aliciente para mí encontrarle una novia.
Como empezamos con la coña, mi amigo se lo tomó a cachondeo. Al principio, creo que pensó que le estaba vacilando, que la chica en cuestión no existía. Finalmente, quedamos una noche y nuestra amiga le presentó a la chica. Hablaron y nada, lo normal supongo. Pasó la noche, la borrachera y con los primeros rayos de sol del día siguiente mi amigo, un poco impaciente, llamó a nuestra amiga. Quería saber si la chica le había dicho algo sobre él. Nuestra colegui flipó en colores porque no esperaba que se tuviera que decir nada y que las cosas, en la vida real, no suceden como en las películas.
Mi amigo se molestó porque, supongo, que, al igual que él, la chica querría llamarle y quedar otra vez.
Creo que mi amigo y yo nos parecemos en lo enamoradizo, en lo caprichoso, aunque a mí, a día de hoy, creo que me va más lo material… Es increíble la de pájaros y mariposas que guardamos en la cabeza (y en el corazón).