viernes, 14 de marzo de 2008

Un caso perdido


Soy de la clase de persona que se deja la falda en el vestuario del gimnasio y no se da cuenta de que le falta hasta dos semanas después, cuando la recupera por casualidad, olvidada, en el rincón más remoto.
Soy de clase de persona que pierde un libro en el autobús, metro, tren o cualquier otro transporte público.
Soy de la clase de persona que la gente para por la calle para preguntar por algún sitio o bar y que, dicho sea de paso, nunca conoce.
Soy de la clase de persona que olvida un trabajo importantísimo encima de la ‘máquina-parquímetro’ del Corte Inglés.
Soy de la clase de persona que nunca sabe dónde va y que en el armario tiene ropa sin estrenar.
Soy de la clase de persona que se deja llevar por las “señales” que encuentra por el camino.

sábado, 8 de marzo de 2008

Las cosas del corazón en un 'microrrelato'


En mi última visita a Granada, a demás de descubrir la tienda de ropa más maravillosa que existe (una pista: los maniquíes son muy cabezones)me paró un artista ambulante, ofreciéndome sus microrelatos a cambio de ‘mi voluntad’. En realidad me dijo que estaba dispuesto a aceptar “desde 1 céntimo a 3000 euros, que la decisión estaba en mis manos y que, en cualquier caso, se conformaría con la calderilla de mi monedero”. Me cayó simpático aquel muchacho de apellido italiano así que, después de echarle un vistazo al catálogo, me decanté por la historia que, a juicio de mis humildes ojos, tenía la ilustración más cautivadora. El chaval me dijo que los dibujos los hacía una amiga suya, que entre los dos formaban una simbiosis perfecta para salir a la calle y ‘regalar’ un poco de su arte a quien quisiera… Al final le di un par de euros, le hubiera dado otro más porque me llevé tres relatos pero es que a esas alturas del día ya estaba más tiesa que la mojama. Aunque si lo pienso, creo que lo que menos le importaba era el dinero.

Las cosas del corazón

Le dijeron que no valía para el amor. Si hubiera sido yo, con el poder que tenía hasta ayer, los hubiera matado a los tres. Pero él no, él lo aceptó tranquilamente, sin ningún problema. Me parece envidiable.

Me lo contó hace unos días en una cafetería del centro; detrás de nosotros una pareja hablaba sobre el suicidio, los recuerdo porque ella acabó gritando que nadie quería ayudarla, o algo así, da igual. En aquel momento me interesaba el problema de mi amigo, pero creo que a él no, porque enseguida me dijo que había quedado con una compañera de trabajo, y también, que me invitaba el fin de semana a hacer espeleología.

Así que aquí estoy, a la entrada de una gruta en el corazón del pirineo catalán, muerto de frío, con un monitor que no me ha caído muy bien de entrada, mientras él, mi gran amigo, duerme plácidamente en el hotel, con un señor alemán que recogimos al salir de la autopista.


Danilo Facelli Fierro
Ilustración de Rocío Araya

viernes, 7 de marzo de 2008

A mi querido ángel de la suerte, donde quiera que esté...



Me duele el pecho izquierdo porque anoche soñé contigo y con una canción house que decía algo así como “para ser rica tienes que ser muy puta”. En mi almohada te volví a encontrar y, aunque lo recuerdo vagamente, mostrabas gran interés en volver a verme. Incluso me pediste perdón por desvanecerte de mi vida igual que un ilusionista en plena función. ¡Qué crueles que pueden ser los sueños a veces!... sobre todo, cuando despiertas y te das cuenta de que nada ha cambiado.